lunes, 21 de enero de 2013

DEPORTES: Éste no comía chuletones…

Por Pablo Moreno

A las buenas noches, que se suele decir. Hoy no hablaremos del ‘canguelo culé’ después de perder la ventaja de 18 puntos y que quede reducida a ‘sólo’ 15. Tampoco de la doble moral de algunos madridistas, que con 18 puntos de desventaja con el líder decían que la liga estaba perdida e iba a ser muy larga y ahora con 15 están ya en Cibeles, entre otras cosas. El tema de hoy va de pedales.

El embustero Lance Armstrong, seguro que con una gran cantidad de dinero de por medio, declaró en una entrevista en Texas a la archiconocida periodista americana Oprah Winfrey que había consumido sustancias ilegales que mejoraban el rendimiento deportivo durante prácticamente toda su carrera.

Intentaba vender una imagen de ciclista limpio y de humilde, que con el tiempo se ha demostrado que no es así. Al comienzo de la entrevista, Winfrey le pide que conteste con ‘sí o no’ a las preguntas. Éstas fueron muy directas: “¿Has tomado alguna vez sustancias prohibidas para mejorar tu rendimiento en el ciclismo? ¿Unas de las sustancias prohibidas fue EPO? ¿Has recurrido al dopaje sanguíneo o transfusiones de sangre para mejorar tu rendimiento en el ciclismo? En las siete veces que fuiste campeón del Tour de Francia, ¿usaste sustancias prohibidas o dopaje sanguíneo?”, cuestionó la presentadora. A TODO, el ‘limpio de Lance’ declaró, con una frialdad pasmosa, que sí.

El héroe de muchos millones de personas, el hombre que consiguió que durante siete años no me echara la siesta durante el Tour de Francia, el hombre que fue un ejemplo de superación haciéndonos pensar que después de vencer a un cáncer podías hacer algo tan grande, destapó la mentira. El mayor mentiroso de la historia del ciclismo, sin lugar a dudas.

Por mucha ‘cera’ que le de, este yankee ha sido para mí, durante mucho tiempo, un héroe. Me aficioné al ciclismo por él, por las exhibiciones de fuerza y potencia que hacía... inflado a todo. Sus cócteles dopantes eran, como hemos dicho antes: EPO, transfusiones de sangre, hormona del crecimiento, testosterona… como se diría en otras lindes, un completo.

En una parte de la entrevista, Winfrey le pregunta cual había sido su momento más vergonzoso. El tejano, con su humildad, dijo que no fue el momento más vergonzoso, pero que en un día perdió todos sus patrocinios, por valor de 75 millones de dolares. Después de este alarde de 'humildad' en tiempos de crisis, contó que el momento más duro fue la expulsión de su fundación de ayuda contra el cáncer Livestrong, de la cual era imagen. De esas pulseritas amarillas, que la mayoría de la gente las compraría porque su héroe era la imagen y no por lo que significaban realmente, se vendieron unos 60 millones de ejemplares en todo el mundo. Así, como dato informativo. El poder que puede llegar a tener un mentiroso, ¿eh?

Afirmaba que el dopaje era parte de su trabajo y que lo veía algo normal. También espetó que de los 200 ciclistas que componen el pelotón, sólo 5 o 10 eran auténticos ‘héroes’, poniendo en entredicho la limpieza del deporte. El ciclista no desveló como limpiaba el doping de su sangre (porque supuestamente le hicieron cientos de controles en su vida y en ninguno dio positivo…supuestamente).

Sólo se vio al Armstrong ‘humano’ en el momento en el que le preguntó por su hijo, y éste, con lágrimas en los ojos, contaba como le dijo al pequeño que dejara de defenderlo ante todo el mundo que le decía que su padre era un tramposo. Pobre niño.

¿Y que metan en el mismo saco a un tramposo como Armstrong y a un ciclista como Alberto Contador? Me parece increíble.

Este post, en su encabezado, habla de chuletones, concretamente del que ingirió Contador y con el que le detectaron, ojo al parche, 50 picogramos por mililitro de clenbuterol en sangre, cantidad que no afecta al rendimiento deportivo. Por si alguno no sabía la historia.

En el próximo post hablaré de los hispanos que están disputando el mundial de balonmano en España, que éstos sí son un ejemplo de superación y ‘huevos’.

Me despido como siempre, como diría don Manuel Preciado: Hasta luego, canallas.

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